viernes, 27 de marzo de 2009

Tres


Eulalio acostumbra a limpiar con tranquilidad su cámara. El negocio le ha comenzado a funcionar. Decidió poner un anuncio en un diario local en el que ofrecía sus servicios. Ganarse la vida en estos días está de la chingada. Aquí vale madres tener estudios universitarios. Mientras más se prepare la gente menos oportunidades tiene de emplearse. Eulalio no tuvo más remedio que invertir en una cámara de video y en un equipo de edición digital. Cuando lo hizo se quedó casi en la ruina. Andaba sin un clavo. Y yo que casi le jodí la cámara.
Doris, su mujer, es todo un personaje. La otra vez que hablé por teléfono con ella salió con la jalada de unirme a su grupo ecologista. Habla de la conservación de los bosques, la limpia de las zonas ecoturísticas. También le fascinan las gallinas, palomas, perros, gatos, tortugas, pericos y peces.
—La onda es que debemos exigir mejor trato para nuestras mascotas, ¿no te da asco ver a la gente que no alimenta a sus chuchos y los abandona mientras se van a pasar un fin de semana a Puerto Arista? A mí, la verdad, me da mucho coraje, pinche gente.
—Sí, Doris, es deprimente ver a los pobres perros hurgando entre la basura, meten el hocico entre la putrefacción —le contesté medio malhumorado.
—¿Sabías que El zapotal lo van a vender a unos empresarios para que hagan una dizque zona ecoturística? Le van a dar en la madre.
—Algo había escuchado.
—Vamos a hacer una manifestación en el Parque Central; exigiremos a los diputados que tomen cartas en el asunto. ¿Vas?
—Te agradezco la invitación, pero no me gusta mezclarme en asuntos frívolos. Mejor dedícate a darle de comer a tu marido, el pobre parece calaca.
—¡Ay, Gilberto, no seas amargado!
Eulalio está flaquísimo. No tener un trabajo seguro le ha preocupado mucho. Se sienta a un lado del teléfono a esperar que alguien marque su número. Coge un libro de Cortázar (Rayuela, el más socorrido) o de Camus (El extranjero, por qué no). Con pereza se levanta, pone un separador en su lectura y elige un disco de Sabina. Prende un cigarrillo, se rasca el mentón, chasquea los dientes, suspira y regresa a la lectura. Siempre he pensado que es un esnobista.
Así son sus tardes. Prefiere quedarse a esperar una chamba que ir a buscarla. Por un lado está bien. Tiene oportunidad de leer casi una librería. No deja sus libros, los carga a donde quiera que va. No todos los compra. Su lugar preferido para hurtar es la biblioteca pública. Tiene un método bien chistoso: toma un libro, lo hojea, se sienta a leerlo, se levanta, da vueltas por la biblioteca, se sienta en otro lugar, agarra otro libro, lo vuelve a dejar, hasta que marea al bibliotecario. Por fin sale con el libro en la mano, el muy descarado, y tranquilamente lo empieza a leer en casa.
—Esa técnica la he bautizado la “gallinita ciega”. Me ha resultado muchas veces —dice al contar sus historias de bibliófilo.
—Ajá, y no recuerdas aquella vez que te agarró don Cleo, el viejito de la biblioteca —lo atajo antes de que empiece a presumir.
—¡Je!, sí, recuerdo, ni modos, me detuvo el viejito y le tuve que decir: “ando distraído, don, le iba a sacar copias, le juro que no me di cuenta”. Le lloré hasta que se convenció, se la creyó.
Doris y Eulalio resultan una pareja interesante. Ambos se entusiasman demasiado con lo que hacen. Doris, además de ser niña verde ecologista, es una de esas intelectualillas. Lee. Cuando platica saca a relucir pasajes de novelistas. Presume ser admiradora de Borges y Saramago. Otra esnobista. Eulalio también lee a estos escritores, pero además siente especial interés por Cortázar (su ídolo, lo máximo), Hesse y Sartre. Ya hasta me aprendí los nombres. Es un devorador de libros mucho más avezado que su mujer. Habla de ellos como si fueran dioses. Otra de sus pasiones es la música. Hace lo imposible por conseguir discos de trovadores, rockeros, hiphoperos, rastas, punkies y hasta metaleros. Claro, no compra discos originales. Se los piratea a sus cuates. Le gusta vestirse bien, rara vez usa mezclilla o playeras. No parece una persona leída ni radical, más bien un predicador mormón o testigo de Jehová.


mentas: vlatido@gmail.com
ilustración: “Ciudad postiza”. Juan Nahual