viernes, 20 de marzo de 2009

Dos





Tenía apuntado el número telefónico de Luna en un post it, en mi billetera. A pesar de haber cogido varias noches con ella, hasta tarde, no lo aprendí. Durante el tiempo que anduvimos se me hizo más fácil escribirle un correo electrónico y pedirle que me hablara por teléfono. Lo hacía. Me daba flojera tener que marcar.
A ver, aquí está el mentado número. Contesta, carajo. Tono, solamente el tono de llamado. ¿Dónde mierda estás, Luna? Todo el día me ha dado vueltas en la cabeza la misma idea. Con un carajo, Luna, ¿no quieres oírme esta vez?
Sé paciente Gilberto, paciente. Tiene que levantar la maldita bocina.
¿A quién más le hablo? ¿Quién puede decirme dónde está? Eulalio y Doris han de estar en casa disfrutando de la televisión y de su manera de ser íntimos. ¿Si marco para allá? No. Lo que quiero hacer lo tiene que saber Luna primero. ¿Le mando un correo? Mmmm, no, que lo oiga de mi voz, no quiero que lo lea. Tampoco sabré cuándo lo va a hacer.
¿Dónde estará? Piensa, piensa: escucha música en su cuarto que más bien parece chiquero. Luna es desordenada. Su linda figura, que tanto me gusta, humedece las sábanas de la cama, mojándola excitantemente. Esa cama guarda su olor a mujer, a hembra en celo. Tiene los audífonos del discman: Abre tu mente y piensa que no estoy lejos, estando aquí no estoy, engaña la razón, abre tu mente y sueña así: que yo estoy vivo en tus sentidos, abre tu mente y piensa que estoy en tu razón, estando aquí no estoy.
O quizá ahora mismo esté en el baño, tomando una ducha. Se friega la espalda, formada simétricamente como si fuera una diosa perfecta. Es que ella es agraciada. El jabón resbala por su cuerpo formando ríos blancos que la recorren toda. Hacen surcos que buscan la salida hacia el piso frío. La bañan hasta lo más hondo de su intimidad, gozan, disfrutan, la beben a traguitos.
O está en la azotea, fumando un camel, pegada a la lámpara de alumbrado público ubicada junto a su casa, en la calle. Su figura rompe con la armonía de la noche triste, lúgubre, para convertirse en una semioscuridad mágica. Lee. Piensa lo que yo, que oscura fue para los demás mi vida, recorre con sus ojos la Osa Mayor, desliza una mano entre sus piernas, mi pasión y mi locura, escucha mis murmullos, mis lamentaciones, dicen que he muerto, su otra mano busca mi sexo, a varios kilómetros de distancia, no moriré jamás, ni loco lejos de ti, ¡estoy despierto!
No imagino nada más de ella. Una de esas cosas solía hacer cuando no estábamos juntos. Hace un mes que no la he visto. Creo que sigue haciendo lo mismo. Otra vez el teléfono, supongo que terminó de escuchar música, de bañarse o de leer.
Está llamando. Uno, dos, tres, cuatro veces ha sonado. La voy a buscar.



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De: Luna Santana santa.luna@live.com.mx




Tema: ¿Cómo estás?
¡Hola!
¿Cómo amaneciste?, claro, ya sé que acostado, pero de ánimos... Espero que todo bien contigo, no sé hasta qué punto te agrade que estemos juntos. A mí me gustó porque platicamos largo y tendido. Me gustan mucho tus besos y la forma en que me acaricias. Si no quieres escribirme, pues no lo hagas, yo lo haré siempre y cuando pueda. Te mando un beso… a ti y a él también. Cuídate mucho y suerte.

Luna

P.D. Existo porque pienso.